LATAM - Surfing Chula

Me despierto sin alarma, he dormido bastante bien aunque sigo con una sensación de desdicha. Me levanto antes de que acabe el desayuno, me siento con los demás. Ana y Vibiana tienen intención de ir a surfear, por lo visto alquilar la tabla al lado del hostel tiene un precio de 400 pesos 24 horas, desde luego muchísimo más económico que cualquier otra cosa que haya visto. Me invitan a unirme y acepto de muy buena gana. Hace 10 años que no cojo olas, lo estoy deseando. 

En 10 min estamos listas las 3, nos acercamos a la tienda y pagamos por dos tablas y una camiseta de neopreno para mi y dejamos el depósito. Tenemos que esperar las ligas, o como se llamen, así que hacemos tiempo en el hostal. Omid nos cuenta que se va del hostel para hacer un ritual de temezcal, pero que luego se pasará por la playa. Cuando la tienda nos da el toque vamos a por nuestras cosas.

La playa conocida para surferos principiantes es Carrizalillo, además también es playa de baño. Vamos a ir en colectivo, esa furgoneta abierta que te sube y baja donde te convenga por tan solo 12 pesos. Nada más llegar al cruce pasa una que nos lleva. Las tablas caben justas, es un poco molesto para el resto de pasajeros, pero la gente parece receptiva y nos ayuda a sujetar las tablas. Se agradece. Vamos 4, se ha apuntado una guiri cuyo nombre desconozco.  Llegamos a otro cruce y de ahí hay que caminar toda una calle recta hasta el desvío de la playa, y luego bajar unos escalones que verás tu que risa a la subida. La playa tiene un paraje alrededor natural, aspecto rocoso que le confiere cierto encanto. Hay poca arena porque está comida por chiringuitos y por el mar. Hay bastante gente. Nos colocamos bajo la sombra del árbol y Ana y yo nos adentramos en el agua. Estoy súper ansiosa por ver si recuerdo la técnica. 

Hay bastante oleaje en lo que es la zona de baño, pero una vez te adentras, no cualquier ola es válida para surfear. Nos cuentan que hay tramos horarios, por ejemplo, de 12h a 13h suele haber buenas olas. En la zona de surferos hay bastantes instructores dando clase, somos unos cuantos, Ana y yo sufrimos el atropellamiento de alguien. Esperamos pacientemente, parece que no hay gran cosa. Me animo a surfear alguna y contenta de mi, la técnica sigue latente, soy capaz de subir a la ola aunque ésta no tenga fuerza. El mar te enseña a tener paciencia. Me gusta surfear con Ana y en lo que esperamos algunas olas, conocemos a otras personas en lo alto de la tabla. Lucca es un siciliano guapísimo además de simpático, es su segundo día haciendo surf y ya demuestra bien manejo. Yo sí que te manejaba. 

Cuando llega el tramo horario de buenas olas, Ana y yo conocemos la sensación de ser engullidas por olas grandes. No se lo deseo a nadie y desde entonces si no soy capaz de afrontar una grande hago la técnica del caparazón: giro la tabla y me tumbo debajo jajaja. Después de un golpe en la cabeza recuerdo protegerme la cabeza en cada caída. El agua no me resulta salada a los ojos pero sí al paladar. Extendemos hasta donde nos permiten las fuerzas, pues cuando alcanzas una ola, te acercas a la orilla, nadar mar a dentro con tabla grande y ancha y además haciendo un círculo, agota. Casi una hora y pico después salimos a descansar y tomar algo de sol. 

Una vez en la playa, alrededor nuestra hay varios guiris con los que compartimos alguna que otra conversación, son puros ingleses, me dan pereza. Entonces veo llegar a Omid, me hace ilusión y en seguida me propone bailar bachata, como la noche anterior, ahora en la playa. Me divierto aprendiendo a dejarme llevar, a bailar en pareja, a no pensar en lo que hay entorno. Para mi gusto dura poco, se va a su retiro, jo, quédate un poco más ahora que me he acostumbrado a la vergüenza y a la torpeza.

Vibiana es muy rara. De golpe se te queda mirando un rato como si esperara algo de ti, no habla apenas y cuando lo hace tiene un ritmo muy lento para mi gusto. Con Ana congenio un poco más, aunque por tema idioma no desarrollo conversaciones más largas ni profundas. Me gusta que sabe estar a su aire, está haciendo sudokus, yo escucho música y me voy dando chapuzones. Por la tarde entramos de nuevo al mar con las tablas aunque no corremos demasiada suerte con las olas.

Nos vamos cuando empieza el atardecer por horario de colectivos y por llegar a la cena del hostal. La tabla escaleras arriba es sin duda el gimnasio de pierna del día. Llegamos al cruce que apesta por unos camiones basura allí varados, y esperamos como cinco colectivos hasta que hay espacio para subir en uno. En el transcurso llega una pareja alemana así que entre ellos cuatro tienen tema de conversación. Una vez bajamos, agarro la tabla de ellas que es la primera en salir y ponemos rumbo al hostal. Hay un lugar predeterminado para colocar las tablas detrás de unas escaleras, cuidadosamente guardan ellas la mía, y yo, con la de ellas, que es más grande que la mía, voy controlando las vigas del techo para no golpear la tabla. De repente suena un ruido estruendoso qué no sé de dónde viene. Puta. El maldito aire acondicionado de techo (que no he visto) se ha, literalmente, clavado, incrustado, rajado en la tabla. Es una puta cuchilla como para que rompa una tabla de ese calibre. No te creo, por qué cojones me pasan estas cosas a mi. Por qué llevo su tabla, maldita sea. Yuri está delante, es por su culpa, me trae mala suerte, mala vibra. Me siento fatal, quiero llorar, otra vez la vergüenza delante de todos. Es un problema para mañana, me digo finalmente, aunque no lo olvido hasta dentro de bastante rato, incluso después de llorar en la ducha.

Para cenar hay tacos, cenamos muchísima gente entorno la mesa, el ambiente está animado. Hoy por la noche toca salir de fiesta a la Chula, electrónica, hell yeah. Hasta que se hace la hora vamos hablando unos con otros. Hay un momento después de cenar en el que decido aislarme en los sofás, allí conozco a dos noruegas, al rato se sienta Vibiana con su parsimonia y sin haberse duchado, y a mi lado Lea. Me entiendo genial con ella sobre todo por las expresiones en el habla y, más tarde con el colocón, le resaltaré que me gusta incluso cuando se aísla en su mundo y el móvil. En un momento dado se va y llega un chico que es chileno, es mono. Hablamos largo rato: es diseñador gráfico, hablamos de branding, de tatuajes, de la vida aquí y allá, de Chile. Intento animarlo a que venga a la fiesta pero no está en el mood. En el fondo es un tipo raro. Al otro lado del sofá hay un chico que he escuchado llegar en moto, Lea parece conocerlo pero no lo reconozco como un huésped. Nos quedamos fumando mota. Me transfiero a la mesa y allí conozco a un norteño que va vestido como auténtico cowboy, intercambiamos información del país junto con otra mexicana de Veracruz. Ella no se anima a salir, pero él sí, tarda bastante en arreglarse. El resto desesperamos. Se ha pasado la hora de entrada gratis pero por lista podemos usar Ana y yo el nombre de las voluntarias del hostal, ahora soy Rita. Rita es una chica mexicana y está enferma de la voz, cuando me cruzo con ella le saco el tema del nombre para verificar que no le molesta y me da via libre. Al fin el ranchero sale, es bien raro este man. Bajamos dirección playa, dirección Chula.

En la puerta Andrés se encarga de mostrar la lista y nos ponen un sello, al cowboy le hacen pagar y con el señalamiento creo que se siente incómodo, como fuera de lugar. Entre eso y las conversaciones discriminatorias que hemos mantenido, veo como se siente, pero no es mi problema, pienso. Nos revisan las pertenencias (más a fondo que en España) y una vez dentro un tipo "cocaína amiga" si no fuera porque me quieres chingar te compraba wey. Pagamos los tickets en barra para luego adquirir la consumición (se me hace que ya sé cómo explicar en un futuro las áreas de servicio italianas, mismo mecanismo). Chela necesito chela. Lea desaparece al baño, hay cuatro bromas en el aire que creo comprender. Será perra, que invite. Luego me entero que Andrés bromea sobre ello porque está en desintoxicación, por eso Lea mantiene distancias aunque sea descarada igual. Nos vamos cerca del Altavoz, la música es muy buena, ya tengo chela y electrónica, quiero bailar. Me empiezo a venir arriba, y me percato que le estoy dando la espalda a Jesús, así que lo involucro y se lo digo "somos un grupo" Leave No One Behind como bandera. Bailamos, le hago saber a Lea que si desaparece me deje ir con ella. La perra se come el último cuarto de pastilla sin compartir en mi cara mientras meo. Al final pilla merca, le digo que mañana pago mi parte. La llavecita. No sé distinguir calidad pero se me hace que no mucha. Vamos y venimos, qué vicio tienes maldita. En lo que las chelas hacen su función, junto con la mota y el aditivo, empiezo a volar. Hablo con uno, hablo con el otro, me pongo Chaponna, profunda, divertida. En algún punto confundo a Jesús con el chileno y le hablo de branding y esloganes. Creo que se ríe por no llorar. Qué guapo es cuando ríe. Recojo botellas y las llevo a la barra, me invitan a un chupito "lo hago de forma altruista" pero acepto. Prometo traerlas todas, me invitan a una chela. Me divierto y al camarero le caigo en gracia. Jesús se maravilla. Todos estamos contentos, compartimos chelas, no hay maría así que como no hay voluntarios me ofrezco para ir al hostal (pero si está aquí al lado!!) Voy descalza. Pillo la yerba y lo que hace falta para liarla, me cambio la camiseta por un top, hace calor allí abajo. Regreso, me revisan, entro. "Ya me dices cuánto me quieres después" le digo a Andrés mostrándole la yerba. Jesús, Lea y él casi que me hacen reverencias. La fiesta sigue incluso cuando creíamos que terminaba a las 3. Me encanta la música, me lo estoy pasando bien, siempre volando alto, en mi pompa.

Decidimos que es buena hora de marchar sobre las 4, paramos en un súper a por chelas, yo invito, ya mañana me arrepentiré. Salgo y entro de nuevo para comprarle salami a una perrita hermosa que anda por ahí. Jesús me sigue observando, parece tímido. Una vez en el hostal nos bebemos las birras y compartimos porros en lo que hablamos. Yo pongo música y canto, ellos están más apalancados. Jesús me habla de Natanael y la primera canción se llama Madonna "no voy a olvidar tu apellido" me dice. Jesús tiene un apartamento, no queremos que se regrese en la moto, hago bromas con lo de dormir conmigo, en el sofá, no cuela; decido retirarme. Ha sido un gran día. 




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