LATAM - No dejes Puerto

¿Quién cojones está haciendo obras en el techo? Malditos, no son horas de hacer ruido. Miro la hora, todavía quedan unos minutos para mi primera alarma. Me asomo desde mi cama, en la parte alta de una litera, y confirmo que la persona debajo de mi es Ana y que, en efecto, sigue durmiendo. Ella anoche se fue a las dos y media en lo que yo no me dormí hasta las cinco. Vamos a surfear a primera hora para amortizar las tablas. Genial, sí que duerme. Cierro los ojos de nuevo con un dolor de cabeza tremendo y el picoteo de los martillos. Consigo relajarme al menos un rato y cuando me vuelvo a asomar Ana ya no está.

Mierda, espabila, ahora ya sí.

Hago un esfuerzo tremendo por despetar mientras mi mente me boicotea. Le gano la batalla (nunca la guerra). Voy a desayunar para comprobar el ánimo de las otras dos. Ana ya se está arreglando, supongo que luego desayunará. Vibiana está en la mesa ¿se habrá duchado en algun punto entre anoche y hoy?

Para desayunar toca pancakes, el agua y el dulce me van reviviendo de la resaca, por si acaso me tomo un ibuprofeno. Les digo que en cinco min estoy lista para irnos: aseo, reunir toallas y bañador, llevar lo imprescindible que no incluye ni cámara ni objetos de valor. Nos ponemos en marcha.y parece que hoy nos cuesta más coger el colectivo, hay un tipo que hasta quiere cobrarnos por tabla. Serás pendejo. Al final, lo conseguimos. Hacemos el mismo recorrido de ayer para llegar a la playa, todo un esfuerzo físico de cargar la tabla y caminar. Qué hermosa es esta playa. Cuando llegamos, decido dejarles mi tabla para que surfeen juntas. Hoy no hay tanta gente en la playa así que agradeceré un poco de soledad y tranquilidad en lo que rebajo la cruda con agua salada y sol. De lejos veo a Vibiana surfear una ola, a Ana no la distingo. Hay mucha gente. Pasa casi una hora y salen del mar. Sale, me toca amiguitas. Ana parece un tanto defraudada por la cantidad de gente y la incapacidad de no haber alcanzado ninguna ola. Veremos qué tal corre mi suerte.

Entro al agua, me cuesta nadar pero el mar está tranquilo. Hay poca gente, poca ola, apenas somos 3 personas en el agua. Me relajo y espero pacientemente. Menuda sorpresa, Jesús está nadando hasta nosotros, se percata algo tarde de que soy yo y se sorprende. Hola amiguito. Hablamos bastante, me pregunta sobre mi trabajo, yo por el suyo, sobre impresiones, comida favorita. Le digo que el Pozole, obvio, igual que a su mamá. El suyo es el mole. Le imploro a que sea paciente, cuando llegan las olas grandes llegan una detrás de otra, y si no alcanzas a agarrar una ya te valió madre, pues te pillan demasiado en frente y te rompen y engullen en la cara. No me hace caso, intenta alcanzar una y falla, yo alcanzo la siguiente serie que viene fuerte y... ¡estoy arriba! Casi me caigo pero aguanto bien el tipo, me agacho todavía más intentando controlar mi cuerpo y darle órdenes, dirijo un poco la tabla. Llego hasta el final y grito de emoción. 

Te lo dije Jesús.

Espero algo más pero después del buen sabor de boca ya tengo suficiente, las fuerzas son las que son. Decido salirme para que tenga más suerte, y en lo que estoy volviendo, le veo en la orilla. Eso es que ha conseguido surfear alguna ola. Me alegro por él. Al rato él también regresa. No estoy muy palicosa, se entretiene hablando con Ana.

Bueno a todo esto no lo he dicho antes, pero el océano nos brinda la grata sorpresa de que una tortuga ande por ahí, sacando la cabeza y sumergiéndose a ratos. La veo desde la tabla a lo lejos pero se ve tan nítida que parece que esté a mi lado. Tortuguita te quiero eres hermosa. 

Cuando estamos en la arena un muchacho sentado a nuestra vera, mexicano, tiene unas gafas de buceo. Le animamos a que busque la tortuga y al rato aparece que no fue capaz de nadar ni cien metros. Me animo a pedirle si me las presta y lo hace con gusto. Es lo que necesitaba. Buceo y nado, el agua está turbia pero tengo un objetivo, encontrar la tortuga. Me adentro hacia el fondo, creo verla en la superficie, y cuando miro hacia abajo, ahí está, bajo mis pies, camuflándose como si fuese una roca más. El agua está demasiado turbia pero nada puede fastidiarme este momento. Me siento bendecida. Regreso a la orilla, "¿hubo tortuga?" me preguntan, "sí, la encontré". 

Hacemos tiempo y cuando consideramos que es buena hora ponemos rumbo al hostal. Se acerca el momento de afrontar el daño de la tabla. En un primer momento parece que ni las inspecciona, hasta que cae en la cuenta de que tiene que hacerlo. La dependienta de la tienda es americana, una chica muy guapa y simpática. Mierda, y tiene buen ojo, ha visto el desperfecto. Me hago la sueca "¿no le hiciste un video ayer porque ya tenía ese roto?" "sí, pero no fue a está tabla. No te preocupes lo revisamos y sin mayor apuro". Shit. Tarda un poco, nos ofrece sentarnos y nos ponen el ventilador. Son muy amables en este lugar ya desde ayer. Llama a un 'superior' para buscar asesoramiento y finalmente me llama para revisar juntas el desperfecto. Me sigo haciendo la sueca y me sorprendo del roto que hay en la punta de la tabla "¿cómo ha podido ocurrir? Estoy segura que golpes no ha recibido. ¿Puede ser de alguna caída en el mar con el choque de otra tabla o algo?" "Sí, son cosas que pasan, no estamos enfadados" me dice graciosamente. "Vaya, bueno, y cuánto sería?" 250 pesos. ¡Bien! Pensaba que serían los 500 o más. 12€ tampoco es tanto con el pedazo de raja que le hizo el pinche ventilador. Lo pago con tarjeta para recuperar efectivo. Las chicas ni siquiera ofrecen pagar 50 pesos cada una, 2,5€, recuerdo que una es alemana viviendo en Canadá y la otra austríaca. Cómo se puede ser tan rata y desconsiderada habiendo usado mi tabla y mi neopreno, me pregunto. No lo habría aceptado, pero al menos se ofrece. Me muerdo la lengua. La generosidad no está hecha para todo el mundo.

Regresamos al hostal, estamos famélicas. Mi intención es ir a comer algo y llamar a Bruno. Andrés me recomienda 'el cafecito' para comer, Ana se acopla, le digo lo de llamada consciente de que es una persona que sabe estar en su mundo. Se nos acoplamos Viviana y la otra guiri de ayer, esto ya me gusta menos. Llegamos al restaurante, piden para beber coca colas y yo agua de sabor a fruta. Ana pide chilaquiles (totopos con cosas), Vibiana una especie de vaporitos que no le gustan pero se come, y yo pescado dorado al ajo. La guiri no pide nada para comer, me molesta su presencia, sus conversaciones egolatras, no tiene buena vibra y no entiendo qué pollas hace viéndonos comer. Se me hace larga la comida, durante el cigarro me aparto a fumar fuera. Al final Bruno no puede hablar así que me entretengo con redes sociales. Pagamos (no dejan nada de propina) y nos regresamos al hostal. 

Una vez allí hago tiempo, me baño en la piscina, me ducho, ponen reggaeton clásico y la Rosa Negra, hago la mochila con calma, tengo demasiadas cosas y pienso en enviar un paquete para no cargar con tanto. Miro hacia la mesa y Jesús me clava sus ojos egipcios, negros, apenados. Me grita que no me vaya aunque no me lo diga. El que me lo dice es Andrés "no pues quédate y te pagamos entre todos otro autobus". Me gustaría pero no puedo, no debo. Hay gente involucrada y tengo reservas hechas. Jesús viene a mi vera en lo que termino la mochila. Me hace preguntas, es una persona curiosa. Está triste y en el fondo yo también. Hoy es luna llena y voy a estar en un pinche autobús. Además hoy se van a bailar salsa y bailes latinos, me ruegan, y termino por irme antes aunque sea para resignarme esperando en la terminal.






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