Un día fui poeta: amor fugaz

Él era moneda de doble cara.


Sus dos lados se hablan contradictorios,

cuando sombra y luz forman eclipse

de alguien que busca ser,

pero de tanto olvidarse,

ya no sabe cómo.


Es fuego cuando Aries lo atrapa,

se prende como cerilla presa en su caja,

en cualquier felpudo, en cualquier cama

un huracán que sacude y arrastra

intenso en cada llama.


Bien sabe acariciar cada lunar

haciendo de los misterios,

el recuerdo perdido de una barba

que enreda mis dedos.


Y luego se va, y sólo queda ceniza,

bajo la sábana olvidadiza 

de un miércoles en Florencia,

o de un viernes en Granada…


Aquellos sábados de otoño

que se funden con los suspiros 

de lo que nunca te he dicho,

del adiós casi en vano,

al caer la última hoja del árbol

mirando del lado contrario,

en aquel aeropuerto.


Pero sus partes siguen su lucha

y las mías, poco conformes de esperar,

observan desde el palco de la incertidumbre

el momento en que tus ojos

cansados de mirar hacia otra parte

busquen refugio en invierno

del vacío de no tener a nadie.

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