Autobiografía - Remediar (me) I
El caos que aborda mi mente tiembla más que los terremotos en Granada. La contradicción de querer 'profundizar' o sentir que es una 'pérdida de tiempo'. Mi realidad mística con la precisión científica. Lo ancestral y lo moderno. Lorena vs Sociedad, y viceversa.
Iremos des-pa-cito.
Tuve una infancia muy feliz. Mis padres hicieron su parte lo mejor que pudieron y de veras que hasta este momento no me he replanteado nunca lo contrario. No vengo a juzgarlos, sino, a perdonarlos. A perdonar y sanar mi propia percepción de las experiencias que viví.
Dicen que con el segundo hijo no cometes los errores que cometiste con el primero, pero supongo que esta realidad se distorsiona cuando hay dos padres biológicos, negocios familiares de por medio, dos culturas que confrontan y varias mudanzas. En consonancia, mi hermana y yo nos convertimos en polos opuestos en cuánto a trato, etiquetas y reacciones se refiere. Su padre fallecido y la diabetes diagnosticada le otorgaron el papel de Víctima-Rebelde. Cualquier cosa que afectara en su educación, repercutiría con severidad en la mía buscando la cara opuesta de la moneda.
Yo era profundamente afectiva y cariñosa, observadora, llorona/enfadica, y tenía mucha imaginación. Desde que nací me había convertido en el 'nexo' de la familia, en la parte común de papá y mamá. Y de mi hermana, ya que nunca utilizamos el término hermanastra entre nosotras.
Nuestros padres eran jóvenes y tenían dinero fruto del negocio que sacaban adelante. Ese dinero nos dio comodidades básicas muy generosas y también permitía sus caprichos vivenciales más que materiales. Salir a comer, a beber, a conciertos, irse de viaje... No escatimaban en gastar lo ganado para exprimir la vida. Con ello, mi hermana y yo pasamos mucho tiempo entre canguros durante periodo escolar, y con los abuelos en fechas señaladas. Además, llegaban los tiempos modernos y los ordenadores y consolas, así que mi hermana tuvo sus propias distracciones que, a veces, compartíamos.
Esa niña afectiva y cariñosa era tremendamente familiar, como buena napolitana. De ahí, nace una carencia. No quiero decir que mi familia no fuese afectiva conmigo, todo lo contrario, recuerdo con cariño cada memoria que conservo. Sin embargo, no cubrir esa necesidad se convierte en peso en la mochila, el gran peso de la DEPENDENCIA. Los padres que valoran más su tiempo que a su hijo, no están con él para darle ejemplo de cómo comportarse, identificarse con ellos o experimentar ser amado por hombre/mujer (vergüenza tóxica). Y mi hermana ya tenía bastante con lo suyo. Mi madre se justifica diciendo 'siempre fuimos muy independientes', yo le replico que uno no es independiente, se hace. Desde luego la libertad aporta muchísimas ventajas que hoy agradezco encarecidamente.
Mi vergüenza tóxica la traduzco en fluctuaciones de comportamiento, identidad y afecto que revisten mi dependencia en mi yo adulto: interiorizar al estar tanto tiempo sola, perder habilidad de generar autoestima desde el interior, un falso yo que acabo asimilando, cuentos de hadas, y en la madurez, depender de algo externo para tener identidad (normalmente relacionado con el trabajo y la independencia, y vivir en mi mente), incluso las situaciones extremas respecto a la confianza que tengo hacia los demás confunde intensidad con intimidad, obsesión con cuidado y control con seguridad.
Cabe resaltar que mis padres y sus niños internos heridos, eran adictos al fumeteo. Las adicciones por ingestión son las que más alteran el humor y tienen un potencial químico inherente para alterar la voluntad que conduce a un estado permanente de ansiedad y de insaciable indigencia.
La parte observadora contemplaba desacuerdos, broncas y enfados asignándome el papel de espectadora, que más tarde seguiría cumpliendo su función de 'nexo' (una vez adulta, abrir los cajones de mierda y confrontarlos buscando solucionar problemas que tuvieron lugar cuando yo no era ni consciente de ellos) y la etiqueta de Cuidadora (cuando mis padres se separaron, cuidé de mi madre). La necesidad de mis padres me llevó a que intentaran hacer del niño una extensión de ellos mismos. Y el ejemplo que 'no debía seguir' era la actitud de confrontación de mi hermana. Eso me condujo a retraerme, aislarme, y cumplir; y conforme iba creciendo, a aferrarme y quedarme atrapada (cosa que viviendo en una isla, resulta extraordinariamente fácil). Disciplina significa enseñar: diciendo la verdad, retrasando el premio siendo honestos con nosotros mismos y siendo responsables. Los niños necesitan padres que den ejemplo de autodisciplina y no que la prediquen. La extensión que buscaban en nosotras no cumplía los requisitos de modelo a seguir pues no nos decían la verdad 'porque éramos pequeñas'. El premio que nos retrasaban: 'si apruebas, te lo compro', 'si trabajas en la tienda, te pago', 'si limpias el cuarto, jugamos'... Nos enseñaba a esforzarnos para conseguir algo, pero ¿y la constancia? hice decenas de actividades y deportes que me encantaban y siento que no pude especializarme en ninguna de verdad, ni aprender a tener una rutina. Hoy soy polivalente pero, ¿a qué precio?. Responsable sí oye, de eso tengo de sobra. Mi madre me inculcó su neurosis por ser responsable con mi entorno: alcohol, drogas, sexo, puntualidad, decisiones, amor (con total libertad además, asumo mi voluntad en cada paso que di). Excepto la que ella tampoco es capaz de hacerse responsable (ni mi padre)... el tabaco y los porros. Yo tampoco. En lo de predicar más que cumplir... mirad cuán bien conozco la teoría (de tal palo tal astilla).
Es una lástima que tengamos que usar nuestra energía dinámica y elástica para sobrevivir, en vez de para crecer y autorrealizarnos. Lanzarote era una jungla, la ley del más fuerte. La escuela de la calle tejida con la ignorancia del aislamiento del resto del mundo. Internet, las redes sociales como Tuenti o Messenger... Utilicé la pormenorización para separarme de lo que me afligía desde hacía años en mi familia, intensificado con la partida de mi padre y de mi hermana, en ese mundo virtual y paralelo. Eso, y el amor. El otro día recordé que mantuve una relación de varios meses por internet con un tal Samuel Torres, que luego se descubrió que no existía. Fue toda una trama de varias cuentas falsas, mucha gente involucrada... Hoy me sorprende y me cuesta perdonarme tremenda depravación de mi realidad con la del mundo exterior. Y que con tanta mudanza, he ido olvidando dejando atrás todos los recuerdos materiales que imprimían mis etapas de crecimiento. Me asusta cada vez que me encuentro con huellas del pasado que no borré, porque descubro una Lorena de la que he renegado muchos años y de la que he olvidado su personalidad.
Continuará....
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