LATAM - De San Pedro Cholula a CAPU pasando por Alexia

 

Me despierto temprano, tengo todo listo desde ayer para no demorar con las tareas de hoy. Tengo el desayuno incluido: jugo, café, pan tostado con mantequilla y mermelada. Hoy es día de envíar un paquete a España con el exceso de equipaje. Después de desayunar y con correos ya localizado voy de camino, apenas a nueve minutos. Una vez allí pregunto, respondo, muestro el contenido y me indican dónde empaquetarlo, justo delante de correos en una ventanilla que cumple como papelería. Me dan y cierran la caja, pago y regreso a Correos. Cuando la chica me comunica el precio me confirma lo esperado y es que solo acepta pago en efectivo, así que salgo pitando a buscar una casa de cambio o, a unas malas, un banco. No tengo mucho tiempo antes de que empiece el freetour de San Pedro Cholula que ofrecen desde el hostal, así que voy como una flecha. Para un lado, cerrado, para otro; banco, busco otra casa de cambio que me despista desde el GPS y me topo con las escaleras que me adentran al interior de un pasillo en el que deslumbran varios carteles luminosos. Observo a cada lado en busca de la divisa, no aparece, me temo lo peor; 21,90. WHAT. El mejor cambio de todo el viaje, dubito sobre cuánto, me decido, cambio otros cien o dos cientos euros considerando los días venideros y regreso a la prisa hacia la administrativa. Tengo poco tiempo. Relleno papeles, uno, otro (puta burocracia) y al fin termino la transacción. Llego, pero justa, aviso para que me esperen, lo hacen. El guía es el mismo recepcionista del primer día, está el guía y profe de baile de ayer y entre los guests hay caras conocidas, incluyendo la italiana, el medio argentino y el neozelandés que conocí en el restaurante.

El paseo comienza camino a la estación, como a unos 40 min, incluyendo una parada en una de las plazas de ayer donde hay un mapa de la anterior ciudad y unos murales con leyendas sobre los volcanes. Durante la caminata vamos intercalando para conocernos, hablo con la americana que ya conocí en el free tour de Puebla, con un alemán que viene de una fiesta LGTBIQ+ de San Francisco fascinado... Recordamos qué supone un zocalo: fuente, palacio de gobierno y templo (iglesia) en una pequeña plaza preciosa, y llegamos al bus que está a punto de salir. Lo llenamos casi al completo junto con las personas ya presentes y realizamos un trayecto de unos 30 o 35 minutos. Una vez en Cholula, bajamos en un cruce en medio de la carretera oara cruzar bajo un puente y alcanzar un campo abierto desde el cual se contempla la iglesia principal en lo alto de un promontorio. Es precioso. Hacemos un alto en el camino para comprar bichos fritos, chapulines, una mezcla de condimentados con ajo y otros con lima que compartimos la italiana y yo. Mientras nos vamos acercando a encarar la subida, nos cuentan la historia de la llegada de los españoles y caminamos a la vera de unas ruinas prehispánicas que también se pueden visitar. En la subida, pero sobre todo en la vista panorámica, se aprecian los volcanes que rodean la localidad. La iglesia es muy bonita, de color naranja que resplandece a la luz solar. Lo religioso me revuelve pero no me deja de asombrar. Hacemos foto de grupo, baños y bajamos al zocalo principal y al palacio de gobierno a contemplar otros murales que narran la historia más reciente entremezclado con mitos. De allí, finalizamos en el mercado transitando por algunas otras calles, donde los guías nos invitan a sentarnos en un puestito que vende memelas a muy buen precio-calidad. Me la pido rellena de champiñones y está rebuena. Aunque me apetece seguir charlando con los demás me regreso vagando por la ciudad hasta el transporte de vuelta. 

Esta noche parto a CDMX y la mala costumbre de llegar siempre antes de tiempo. 

La idea era cambiar más dinero, al final solo cambié cien, pero me abstengo. Lo que sí hago es comprarme una sudadera que me abrigue mejor, buena, bonita y barata, y una camisa que me impacta nada más verla, estampada con ojos coloridos. Llego al hostal, cargo devices. Me entretengo con tarjetas de memoria en lo que leo, almuerzo el bollo de carne que me compré saliendo del mercado y recojo la cena que me han preparado en el hostal. Confirmo con la de recepción la información del transporte público hacia la terminal de CAPU. Decido que ya es hora de partir y al llegar a la parada corroboro que es la mejor decisión tomada pues pasan como 9 autobuses, sin exagerar, en los cuales no entro con el equipaje que llevo (ya reducido). Empujones, gente apretujada al borde de la puerta automática que les cierra con brusquedad en todos los morros. Llega una señora con unos muebles con la que entablo la única conversación en común que tenemos en ese momento, al parecer también la hora del autobús, vamos apuradas. Me cambio de puerta y tras algunos intentos conseguimos subir las dos en el mismo dándonos el visto bueno entre miradas una vez en el interior. Hay gente pero se puede uno voltear y acomodar para que el mochilón entre las piernas no moleste a nadie, ni aplastar a los que circulan sentados. Son unas cuantas paradas así que me entretengo observando a la gente de mi alrededor, abstraídas en sus vidas cotidianas, con la mirada perdida, con el movil (hay un chaval viendo videos con el volumen bastante elevado para mi gusto), entre conversaciones de muchachos salidos de las escuelas y un paisaje cuanto menos cambiante entre el centro y la periferia. 

Llego a la estación, no veo a la de los muebles, me voy liando un cigarro andando por el finger para fumar antes de entrar. Voy bien de tiempo. Una vez dentro, busco mi puerta en lo que observo la infinidad de escaparates de comida y productos varios, y espero el poco tiempo que queda leyendo. El bus va completamente lleno, al menos son solo un par de horas y pico. 

Al llegar me esperan Alexia y el novio, me recojen en la terminal Taxqueña, la más cercana a Coyoacán, donde damos una vuelta en coche y a pie. Terminamos en la terraza de un bar-karaoke bebiendo litros de chela y papas fritas como snack. Cuando nos echan de la terraza (tres fumadores empedernidos se fueron a juntar) entramos a canturrear Paulina Rubio y otras canciones que desconozco pero de las que me uno al ritmo. Alguien pide una de Héroes del Silencio, nada más y nada menos que la Chispa Adecuada y canto con micro junto a un desconocido. Me encanta el karaoke. Nos divertimos, hablamos sobre ellos y su relación, la relación con los padres, la deconstrucción y el feminismo, también hablamos mucho del primer viaje de Alexia sola en Europa del cual yo fui su guía. Es ua niña adorable y tiene un novio a la altura de lo que se merece, o al menos lo intenta con amor.

Pasadas las 3 no encontramos antro al que abocarse, me dejan en el apartamento. He tenido suficiente pero no me importaría tener más. Me he sentido super cómoda. 

El pedo se rebaja en la recepción del bloque, que hace un estudio riguroso de cada persona que entra y sale del edificio, y al parecer alguna info extraviada de Karla no ha comunicado correctamente mi llegada. La despierto, me sabe fatal, me ayuda, consigo entrar. El depa está para entrar a vivir: cajas acumuladas (con adornos de navidad por doquier), cocina embalada, suelo mal barrido, una caja de pizza en la encimera de la cocina, y dos habitaciones con dos baños, una usada, la otra con sábanas aparentemente limpias. Los baños regulinchi. Sinceramente después del de Puerto del Carmen, se me cae el ánimo al suelo. Pero estoy cansada solo quiero dormir, mañana me preocuparé de eso.

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