Fatal, gracias
A veces me dejo llevar pero otras me pierdo.
Es como cruzar la cocina desde el pasillo y deternerme pasada la puerta, retroceder, y entrar finalmente atraída por el delirio de la luz roja de la lavadora, aún sin ganas de tender, pero apagada y abierta; a esperanza de ser sacudida y tendida u olvidada y secada por el roce.
Es mirar la cueva y decir "¡joder, qué bien estoy!" aunque mirando de reojo la ventana y recordándome "riega las plantas". Qué parte es la justificable y cuál esa otra de empezar a aburrir. Dónde empieza uno y acaba el otro.
Que si, que ya lo sé, que vaya a terapia.
Iré a ordenar la cabeza para desordenarla a mi antojo, como quién va a ver un atardecer sabiendo que el sol va a morir muy lejos, aunque sea por unas horas.
Qué necesarias fueron siempre las cuevas.
Y me jode que términos como "apego evitativo" ronden mi cabeza. No soy evitativa, puñetas. Hago ver que me obsesiono con nimiedades y me tomo con calma las que me importan.
Bueno vale, visto así, podría decirse que evito como cualquier otro término correctamente elegido.
Entiendo de distancias y eso, en algún punto, hizo que El diario de Noa me calara como cada cigarro apagado en el cenicero.
Quisiera justificarme, empezando ahora mismo con la justificación y no en ninguno de los puntos anteriores, en la parte que me toca de responsabilidad afectiva dónde, y con mis mas sinceras disculpas, hago lo que puedo.
Llamadme loca, pero si algo he aprendido del Covid, es que de vez en cuando hay que bajarse de la rueda,
de la que uno nunca baja del todo.
¿Es procrastinación o es contemplación? Acaso no es como el buen descanso antes de un examen, el trago de agua, los segundos de aire entre serie y serie, o pasar de dulce a salado en un ataque de gula.
Y sí, sobre todo es vergüenza de desnudarse delante de alguien, por si lo habías pensado antes.
Es aprovechar una etapa de la vida en la que puedas jadear que hay ciertas prioridades que por fin han alcanzado aquellas otras que nunca fueron importantes del todo, pero que siempre lo mantienen en alerta a uno. Las patas de una mesa requieren de un mantenimiento como a la cabeza siempre le ha faltado un tornillo. Abstracto hasta que se hace práctico. Práctico hasta lo abstracto.
Crecer con alguien no es sinónimo de crecer deprisa y mucho me temo que entiendo de falta de contacto, de ahí una de mis mayores barreras, darlo; tantas veces confundido, incluso mancillado, arropando el papel de víctima, me temo que sí...
Quiero huir de todo, sí.
Ese reloj que se paró en ese 2020 joder. Creo que acabo de comprender que ya no prefiero una Purga si no una Pandemia por año. Un poquito de encierro y de cámara lenta, ya que la pausa se me hace compleja en este tiempo bélico.
Darle la vuelta y aprovecharnos de este individualismo del que se nos machaca a veces. Fíjate si la gente tuviese un descanso, tal vez tendría más tiempo de apoyar a los agricultores en vez de condenarlos por hacerles llegar tarde a lugares que odian, junto a gentes que no soportan y saciarse al despotricarlo en redes.
Y que esos veinte minutos de transporte público que tienes para ti misma estés leyendo comentarios críticos que tal vez te hagan reír o enojar, sin tiempo a meditarlo tu tampoco porque vas corriendo a alguna parte.
Es como los que madrugamos porque nos gusta madrugar. Antes me molestaba que me mirasen raro, ahora me agrada porque encuentro quien haye admiración en ello. El orgullo ya lo sentía.
Soy Don Quijote y me niego a querer entender que aquello del fondo sean molinos. Son gigantes y me enfrentaré a ellos.
Y a leerme de nuevo Don Quijote en carnes más adultas.
Hace tiempo que no juego al póker.
Me gusta el póker porque es una mezcla de silencio y profundidad el ambiente que genera cuando persigue un sendero que no es más que una apariencia de la mezquindad.
Música no te pares, me escucho pensar demasiado alto.
¿Se ha pausado el vídeo, quieres seguir viéndolo? La pregunta es, ¿tienes que pararte para preguntarlo?
Maldito cacharro.
Debería cocinar... voy a cocinar.
Comentarios
Publicar un comentario