La historia de Psique y Cupido que a mi me da la gana

Psique es una mujer empoderada. Su personalidad invoca el síndrome de la amapola alta siendo improbable pasar desapercibida. Psique no es de ese tipo de personas que Nietszche catalogaría como mediocre ya que huye del rebaño, de las modas y de los comentarios ajenos que no puede controlar. Psique dirige su vida así como sus emociones y pensamientos. Vive la vida que quiere llevar disfrutando de conocer nuevas amistades mientras se relaciona con todo su entorno natural. Algunas veces adormilada en pequeñas cabezaditas que culminan en sueño rem. A su vez, es lo que la permite soñar y volar. Psique sabe volar. Fluye con ese miedo indeliberado que nos señaliza desde que lloramos por primera vez en brazos de un desconocido, pero que calmamos al sentir los de mamá. Psique estudia, trabaja y goza. Pero sobre todas las cosas, Psique da y recibe mucho amor de muchas formas. En distintos moldes. Y sabe de amor tanto como para pecar en su preposición con, de, en, por, sin, tras él. 

El amor romántico es como una droga para ella: la inquietud antes de probar la sustancia, el frenesí del subidón, la confusión del delirio entre lo que es real y lo que no, la enagenación que sufren las expectativas entrelazadas de la idealización, de las películas de Disney, de amor. Psique ya ha superado la fase puberta del primer amor. Ha madurado su forma de amar, para amar mejor, y sigue aprendiendo todos los días de ello.

Un día Psique conoció a Cupido, y con él, entendió todas las teorías que antaño debió explicarle al corazón, y ha dado paso a otras lecciones todavía por aprender. Durante el tiempo que pasaron juntos se desvistió sin quitarse la ropa para dejar la huella de su esencia con un poco de aroma a heridas del pasado que me han enseñado. Se proyectó en Cupido con una pizca de cordura y otra pizca de locura para alterar y saborear el alter ego que estaba olvidando de sí misma. Un alter ego estancado en el fondo de un pantano lleno de agua pero a veces vacío por completo. Y por supuesto con un ojo abierto y el otro cerrado alternando la adrenalina con el control. 

Pero Psique también tiene experiencia reprimiendo emociones y cargando su recuerdo algún tiempo más hasta que tira la primera piedra de su espalda. Después de conocer a Cupido, y de su crecimiento personal, Psique sabe que lleva muchas piedras a la espalda que se va quitando y muchas otras en el camino que debe pulir, apartar o saltar, según la oportunidad que le resulte más suculenta. Es capaz de justificar a un amor platónico que se abstrae del elemento sexual, siendo bueno, pero no magnífico. Psique sabe lo que es magnificamente sexual. 

Con el tiempo, siguió volando y besando piedras antes de lanzarlas al aire con un grito de libertad. Psique sabe que es libre aunque le guste pintar jaulas en su mente y en su memoria. Fuerte como para soportarlo hasta que comprende que no tiene la necesidad y entonces comienza la que será su eterna lucha. Porque Psique comprende muy bien aunque actúe despacito. Actúa a la par que observa, ensayo-error. ¿Que si teme equivocarse? Cada día. Es muy exigente consigo misma, pero se escucha y aprende en busca de la piel del pupilo para huir de la sobebria que disfraza al maestro. 

Ella es maestra pero no acepta halagos. 

Su forma de ponerlo en práctica es, siendo. Nunca dejar de ser. Ella no vive de rencor y, empatiza y perdona, avanzando en sus ideales, marcando los límites que otras ideologías le muestran, haciendo un popurrí de todo que satura pero compensa. Que enorgullece. Que brilla por sí solo. Y que otras veces se desvía y pierde luz, pero sin dejar de existir. Ayuda a los suyos reconociendo que ella también necesita ayuda porque a veces desea no ser ella, se detesta, o se contradice entre ambas. Sobretodo esos días cuando el amor es más una ruptura del ego que del corazón. 

Aún y así, Psique aguanta.


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