Texto independiente - Fuck life (así, a pelo)

Maldito punto de inflexión, es como un compromiso de renacer constante.
No hay tregua ni pausa a tener que reinventarse, a seguir creciendo y dar la talla. Ser alguien, invertir el tiempo, invertir la vida. 
Algún día moriremos pero el resto de días no.
Hasta entonces culturízate, conoce, aprende, comete errores... Pero de éstos últimos pocos, no vaya a ser que te acostumbres, no vaya a ser que te encapriches del suelo. Es la vía fácil, pues más abajo del suelo no caes por muchos pozos que quieras cavar.
La cima, sin embargo, resulta inalcanzable. ¿Cómo sabes cuándo has llegado? El día que mueres. La cima, es la muerte. El último suspiro, el flashback de memorias que has vivido, la sensación de una vida plena y satisfactoria. No es complicado despedirse del aire si no se compara con otras brisas. Nacer y morir con lo conocido sin derecho a cuestionarse las cosas que quedaron por hacer, sin anhelar otras vidas, sin juzgar la de uno...

Esta sobre información del exterior me satura.
El problema es compararse. ¿Cómo dejar de hacerlo? Cómo ser indiferente a lo que ocurre a tu alrededor. De serlo total, resultas obsoleto. De serlo parcial, quedas insatisfecho, caminas en la cuerda floja de lo que crees que importa, para ti y los tuyos, te equilibras con el compromiso. De serlo nada, cargas más peso del debido y dejas de avanzar, o caminas el sendero que otros han abierto y que no te pertenece.
¿Cuál es el camino? Por dónde hay que tirar cuando son tantos los desvíos que no puedes escoger sin renunciar. ¿Existe vida suficiente para tomarlos todos y volver los pasos hacia atrás, caminando los que olvidaste? O tal vez sea cierto que son cíclicos, vuelven al punto de partida y siempre es la misma intersección. Tal vez.
Y aún y así, ¿cómo saber si es el momento? Quién me garantiza exprimir todo el jugo con la consciencia de la esponja que busca absorber, sin filtrar, toda la información y toda la experiencia. Y sólo filtrarla, cuando es momento de escurrirla. 
Cómo puedo estar aquí y ahora, sin pensar de dónde vengo o hacia dónde voy, si cada vez hay más heridas en mi cuerpo y más piedras en el camino.

Estamos todos igual, en la misma línea de salida en la maratón de la existencia hacia la inexistencia. Peleando por ser diferentes y destacar para conseguir patrocinadores que financien nuestros sueños, cuando al final de la carrera, todos nos convertimos en el mismo esqueleto, el mismo polvo mugriento infestado de insectos que nos han devorado despacito, a modo de venganza.
Contradictoriamente nos necesitamos entre nosotros para ese fin. Necesitamos quien nos acompañe, bien sea delante, junto a nosotros o a la sombra de nuestros pasos. Nos afanamos en seguir el mejor ejemplo, en ser pupilos para convertirnos en maestros. Insatisfechos, conformistas, cansados, indecisos.
Al final te das cuenta que la mayoría de los caminos no los trazas tú, vienen estipulados, y solo queda adaptarse y afrontarlos. Aceptar sin condenar la suerte que te ha tocado. Y morir con ella, bien abrazado, bien fuerte, creyendo que así merezca la pena.

Y si cobra tan poco sentido, ¿por qué darle tanta importancia?
Dónde está la tecla de 'reset', la tecla de 'me la suda todo yo solo quiero vivir con lo puesto y sin tener que decidir'. 

Al final ésta, también supone una decisión.

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